El 2 de febrero, la Iglesia conmemora la Presentación de Jesús en el Templo, un evento de gran relevancia narrado en el Evangelio de Lucas. Esta antigua festividad, también reconocida como la Fiesta de la Candelaria, tiene sus raíces en el siglo IV y se celebra cuarenta días después del nacimiento de Jesús. Inicialmente celebrada en Jerusalén, la festividad se expandió gradualmente hacia el Occidente durante el pontificado del Papa Sergio I, hacia la mitad del siglo VII. En este periodo, la celebración quedó establecida oficialmente el 2 de febrero, centrando su enfoque en la purificación de María.
Transformación Histórica: Desde la Purificación de María hasta la Presentación del Señor
En la década de 1960, tras la reforma litúrgica, la festividad fue devuelta a su forma original, adoptando nuevamente el nombre de "Presentación del Señor". Este cambio significativo desplazó la atención de la figura de María hacia la figura central de Cristo, resaltando su importancia crucial en el evento.
El Origen Sagrado de la Fiesta
María y José, cumpliendo con la Ley de Moisés, siguieron meticulosamente los rituales prescritos después del nacimiento de Jesús. Según la tradición, cada mujer judía debía acudir al Templo para un rito de purificación, que se llevaba a cabo cuarenta días después de la concepción de un niño o ochenta días después del nacimiento de una niña.
Un aspecto significativo de este rito estaba relacionado con la consagración de cada primogénito varón al Señor. Este acto sagrado iba acompañado de la ofrenda en sacrificio de una pareja de tórtolas o palomas. La práctica enfatizaba el favor divino otorgado a los judíos, cuyo primogénito varón fue liberado de la décima plaga que afectó a los egipcios. Estos últimos perdieron a todos sus primogénitos en ese trágico evento.plaga que golpeó a los egipcios.
La Revelación de Jesús como Salvador
Cuarenta días después de la Navidad, María y José llevaron a Jesús al Templo de Jerusalén para cumplir con los rituales prescritos. Aunque María no requería purificación, siguió el ritual en cumplimiento de la ley.
En Jerusalén había un hombre llamado Simeón, temeroso de Dios, al cual el Espíritu Santo le había anunciado que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo y recibió al niño Jesús en sus brazos: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra; porque mis ojos han visto tu salvación, preparada por ti delante de todos los pueblos, luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel". El padre y la madre de Jesús se maravillaban de lo que se decía de él. Simeón los bendijo y habló a María, su madre: "Él está aquí para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser una señal de contradicción. ¡Y a ti, una espada te traspasará el alma también!". También había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad avanzada; después de casarse, había vivido siete años con su esposo y luego quedó viuda. Ahora tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Llegó en ese momento, y alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. (Lucas 2, 22-40)
Fue en este encuentro sagrado que la divinidad de Jesús se manifestó a través de un profeta humano. Simeón fue el primero en proclamar a Jesús como Salvador del Mundo y predijo que esta salvación vendría acompañada de una espada de dolor que atravesaría el Inmaculado Corazón de María.
La Fiesta de la Candelaria
Esta celebración, también conocida como la Fiesta de la Candelaria, se consolidó desde el siglo V con la costumbre de usar velas encendidas y bendecidas. El ritual de la bendición de las velas, registrado en el siglo X, se inspira en las palabras de Simeón: "Mis ojos han visto tu salvación, preparada por ti delante de todos los pueblos" (Lucas 2, 29-32). Las velas, bendecidas en este ritual, se convierten en un símbolo tangible de la transfiguración de Cristo, portador de la luz divina en el mundo.
La Fiesta de la Candelaria es un momento de revelación y luz, simbolizado por. Encendamos todos una vela en este día festivo para sentirnos aún más cerca de Nuestro Señor.